24 de septiembre de 2017

Serendipity


No es guaraní... Serendipity es inglés puro y no tuvo una versión en castellano hasta que la Real Academia Española la aceptó como serendipia, así que ya no vale decir serendipidad o cosas por el estilo. No es guaraní pero lo parece, sobre todo si se pronuncia la i griega como en Curupaity, así que seguiré ocupando serendipity en lugar de serendipia. La palabra llegó al inglés desde un topónimo ceilandés: Serendip es como llamaban los persas a la isla de Ceilán, que hoy ocupa Sri Lanka. Pero el significado de serendipity o serendipia viene de Peregrinaggio di tre giovani figliuoli del re di Serendippo, la versión veneciana (1557) de algunas leyendas persas sobre la isla de Ceilán. Llegó al inglés y al concepto actual gracias a las fábulas de Horace Walpole, tomadas de la versión veneciana y publicadas como The three princes of Serendip. En la versión de Walpole los tres protagonistas se la pasan descubriendo por accidente cosas geniales. Según la Real Academia Española quiere decir hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual. El diccionario Oxford la define como hechos o hallazgos positivos que ocurren por casualidad. Sea lo que sea, seguro que no es accidente con suerte, como algunos creen.

Nadie me la pidió, pero si tuviera que dar una definición de serendipity diría que es la lógica propia de los acontecimientos o de las cosas que ocurren sin nuestra intervención. Es la comprobación más empírica de que la naturaleza tiene su propio rumbo y que cuando nos empeñamos en cambiarlo termina todo peor de lo que nos proponíamos. La serendipity es altamente recomendable como actitud ante la vida, sobre todo en algunas situaciones que paso a comentarle.

El caso más evidente es el del sueño. Si a usted lo ataca seguido el insomnio lo habrá experimentado muchas veces: no hay nada peor que intentar dormir. Parece una contradicción pero no lo es. La misma ansiedad nos hace perder el sueño, así que lo mejor es relajarse y disfrutar de una buena lectura, de un sándwich rico o de una temporada entera de House of Cards. Aproveche el tiempo que le regala la falta de sueño y va a ver cómo el mismo sueño lo va a vencer, y si no es en esa noche será en la siguiente o en la otra, cuando lo agote el sueño acumulado. ¿Hay mucho drama en pasar un día con los efectos de la falta de sueño? Lo hacemos a cada rato sin insomnio, pero resulta que nos preocupa justo cuando no podemos dormirnos. No se haga drama ni le haga caso y va a ver que el insomnio se le va a de la croqueta y duerme como un bebito.

Ya debe saber que las cosas que se pierden no se encuentran buscándolas sino con pura serendipity. Solo hay que pensar un poco para atrás y recordar la última vez que vimos o usamos lo que se nos perdió; ahí puede estar la clave, pero sobre todo hay que esperar que las cosas que perdemos actúen solas: ellas claman por sus dueños casi como si estuvieran vivas; en realidad es nuestra cabeza la que actúa sin darnos cuenta. Buscar sin ton ni son, atolondrados, es pura pérdida de tiempo y un obstáculo bestial a la serendipity.

Entre las cosas perdidas están los amores, el novio o la novia quiero decir, que tampoco deben buscarse para encontrarlos. El amor es como el sueño, aparece siempre cuando no se lo busca, por pura serendipity, y el empeño por conseguirlo nos lleva casi siempre a equivocarnos fiero con consecuencias terribles. Debe ser la razón por la que San Antonio es a la vez el que busca novio y el que encuentra las cosas perdidas. El trabajo también es cosa de serendipity. Hay que dejarse de hinchar con eso de pretender el empleo perfecto cuando no lo tenemos y hay que tirarse de cabeza en lo que salga por casualidad. Va a ser el mejor trabajo porque el mejor trabajo es el que se tiene y no el que uno se imagina, entre otras cosas porque siempre pensamos que somos mucho más de lo que creemos.

Tampoco conozco a nadie que haya hecho dinero a fuerza de buscarlo, como nadie encuentra un tesoro si no tiene el mapa y los mapas son todos truchos. El dinero es dinero y así como viene se va. Déjelo tranquilo que tiene su propia lógica y apenas sirve para algunas cosas poco importantes de la vida. Cuando tenga que llegar, llegará; y si se vuelve loco por conseguirlo solo va a conseguir volverse loco.

Pero lo mejor de la serendipity es que un buen día nos damos cuenta de que era mejor perder la plata, no enamorarnos de esa persona, estar despiertos cuando los demás duermen o disfrutar de unos días de vacaciones forzadas o de pobreza obligada. La serendipity es toda una actitud que le recomiendo para muchas cosas de la vida en las que terminamos metiendo la pata y que seguro saldrían mejor sin nuestra intervención.

12 de septiembre de 2017

10 de septiembre de 2017

Votar borrachos

A pesar de ser obligación, en la Argentina vota el 70% del padrón electoral. Quiere decir que aunque la ley establezca la obligatoriedad, de hecho no es obligación. Votar en la Argentina es más un derecho que un deber; un deber cívico sin consecuencias reales, ya que aunque las sanciones están previstas, nadie las aplica. Ni en Cuba ni el los Estados Unidos es obligación votar Unidos, pero los gringos votan un martes, laborable como cualquiera del año.

También puede ocurrir que los que no votan en la Argentina no voten por retobados: porque los obligan a votar. Habría que probar con el voto optativo para saber si sube o baja la cantidad de votantes. Sea lo que sea, la costumbre es una fuente del derecho, por eso las leyes se devalúan cuando la gente deja de cumplirlas sin consecuencias y eso es lo que pasa con la obligatoriedad del voto en la Argentina, sancionada por la llamada Ley Sáenz Peña en 1912, un poco después de la Edad Media.

Además del voto obligatorio, el Código Electoral establece la Ley Seca. Resulta que no se puede tomar alcohol "desde doce horas antes de iniciado el comicio hasta tres horas después de finalizado", dice la ley, pero está claro que el estado paternalista no quiere que nos emborrachemos justo cuando hay que elegir autoridades.

Es tenebroso que el Estado crea que todos somos unos borrachines en potencia, gente sin voluntad, y que por tanto es mejor evitar la venta de bebidas alcohólicas para evitar que nos emborrachemos y votemos cualquier cosa o nos desgobernemos y se nos dé por la batahola justo en el día de elecciones. Y si supone eso, también supone que los otros días del año podemos emborracharnos y armar grescas donde se nos ocurra: es decir que el problema no es la ebriedad, el desgobierno o las bataholas que afecten al resto de los ciudadanos sino sólo cuando afectan a las elecciones. Los que redactaron esa ley debían pensar que somos un pueblo de retardados mentales.

Está prohibido el expendio de bebidas alcohólicas y no su consumo. Es decir que puede tomar alcohol en su casa pero no en el bar o el restaurante, que además estará cerrado. La noche anterior a cualquier domingo de elecciones es un delito expender alcohol en bares y restaurantes en el país que declaró al vino su bebida nacional.

Los argentinos somos así: cuando nos obligan a votar se nos van las ganas de hacerlo y cuando nos prohíben el alcohol nos dan más ganas de tomarlo. Deberíamos probar a ver qué pasa si vamos a votar todos borrachos: quizá ese día elegimos a los que nos saquen de la decadencia.