24 de abril de 2022

Caídos o trasplantados

No estaba en Posadas a fines de febrero cuando me llegó la foto de un árbol caído en la bajada de la avenida Roque Pérez de Posadas. Me acordé entonces de esta ampliación de la realidad que supone que todos andemos con una cámara de fotos y filmadora en el bolsillo, que para colmo está conectada a internet, tanto que podemos hacer que todo el mundo vea lo que estamos viendo, en tiempo real, o hacer fotos de lo que pasa a nuestro alrededor. Pensaba que todo se volvió público y que, lejos de ser una debilidad de nuestra época por situarnos todo el tiempo en el ojo de todo el mundo, es un progreso notable para la transparencia de las conductas públicas que ya casi no se pueden esconder. Supongo que también fortalece el concepto mismo de intimidad, cada vez más reservado al propio hogar y a la decisión de mantenerla alejada de la mirada indiscreta de los terceros que no tienen nada que hacer allí.
 

Como solo lo he visto en fotos, por la apariencia supongo que aquel árbol era un ficus ya grande, al que la obra de una acequia de cemento que baja entre el cerro y la calle dejó sin sustento y lo tumbó cuan largo era a lo ancho de la avenida. El ficus no es autóctono y su verde es un poco tonto, pero ahí estuvo años, creciendo algo inclinado sobre la avenida a la que daba sombra. La sombra y los años son los que importan, porque no se recuperan así nomás. Y cayó por una obra que no tuvo en cuenta ni la sombra ni los años, ya que se podía transplantar a un lugar donde siguiera brindando lo mismo que nos daba, pero a unos metros de su emplazamiento original, donde hay otros árboles, entre ellos un samuhú, ahora apuntalado para que no le pase lo mismo que al ficus.

Es lo que ocurrió hace unos días en la obra de la la Travesía Urbana, sobre la avenida Quaranta y Las Heras, a la altura del acceso a la residencia del Gobernador, donde había una garita de la Policía y también un puente de curiosa arquitectura que ya desapareció. Allí daban sombra varios árboles añosos, que quedaron en el medio de la traza de la nueva colectora en la mano hacia la Rotonda. Con muy buen tino –y supongo que cumpliendo estrictas condiciones del contrato– la empresa constructora corrió uno metros los árboles para darles lugar junto a la colectora; y para que nadie se enoje al ver a sus operarios manipulado esas plantas, la empresa colocó un cartel que aclaraba que los estaban trasplantando y no talando. Bien hecho y señal de que se pueden trasplantar árboles grandes en lugar de talarlos o de socavar sus raíces hasta que caigan.

Como con otros temas en los que se sugieren mejoras en la ciudad, no es la primera vez que digo lo que sigue y supongo que tampoco será la última. Hay que insistir…

Los árboles son seres vivos, del reino vegetal. Nacen chiquitos y crecen: unos más y otros menos, unos más rápido y otros más despacio; y para crecer necesitan tierra y agua. Está muy bien plantarlos, pero no es lo único que se requiere para que crezcan: luego hay que cuidarlos hasta que se pongan grandes, se defiendan solos y lleguen con sus raíces al agua de alguna napa subterránea. Y no solo regarlos: hay que cuidarlos, con tutores para que no los tuerza el viento y vallas para protegerlos de algún desprevenido. También se mueren: de viejos, por pestes o por la misma falta de cuidados, y a veces a pesar de los cuidados; entonces hay que reemplazarlos por nuevos.

Además, una cosa es una explotación forestal y otra un parque urbano. Es la diferencia entre una plantación y un paisaje. Por eso insisto en que no hace falta poner los árboles en fila en los parques de la ciudad, como si fueran plantas de mandioca… No le vendría mal contratar un buen paisajista a la Municipalidad de Posadas, pero mientras tanto, se puede romper un poco la geometría de chacra desviándose de las líneas rectas en la reposición de los árboles que se pierden.