18 de noviembre de 2019

Noviembre 17


Roque González nació en Asunción en 1576. Era hijo de un capitán español y nieto, por línea materna, de una india guaraní. Además era hermano del gobernador y pariente no tan lejano de Hernandarias de Saavedra y de Hernando de Trejo y Sanabria, el obispo de Córdoba que lo ordenó sacerdote cuando tenía 22 o 23 años. Ocho años después de ordenarse de cura ya era párroco de la catedral de Asunción y poco después vicario general de la diócesis. Iba para obispo cuando en 1609 descubre su vocación de jesuita y sin más trámite se muda de la magnífica catedral de Asunción al austero noviciado de los jesuitas. Como ya era cura, su noviciado habrá sido más bien una inmersión en la Compañía de Jesús, así que al poco tiempo ya estaba cumpliendo su sueño de marcharse a las misiones del Guayrá a evangelizar a los guaraníes. En 1611 lo destinaron de superior a la misión de San Ignacio Guasú, que era todavía la única por esta zona. El 25 de marzo de 1615 fundó Nuestra Señora de la Anunciación de Itapúa en la actual Posadas, que luego trasladó a Encarnación, ya con ese nombre que todavía conserva. También fundó Concepción de Ibitiracuá, el 8 de diciembre de 1619: la actual Concepción de la Sierra de la provincia de Misiones. Luego siguió río abajo por el Uruguay, hasta Yapeyú, donde fundó Nuestra Señora de los Reyes Magos, y desde allí entró en el actual territorio brasileño.

Entre 1580 y 1640 estuvieron unidos los reinos de Portugal y España bajo la corona de Felipe II, III y IV de la Casa de Austria (fueron Felipe I, II y III de Portugal). Durante esos 60 años se borraron los límites de tratado de Tordesillas, que dividía los descubrimientos en dos hemisferios del globo terráqueo, uno para cada reino. La línea de este lado del planeta dejaba poco a Portugal ya que entraba en el continente sudamericano por debajo de la desembocadura del Amazonas y volvía al Atlántico a la altura de la isla de Santa Catalina (Florianópolis). Fue entonces cuando los portugueses avanzaron hacia el oeste sin más restricciones que la negativa de los jesuitas a la explotación de los indígenas. Es que los bandeirantes paulistas, conchabados con algunos encomenderos españoles, usaban las reducciones como canteras de esclavos para sus plantaciones. El río Uruguay fue la barrera natural que consiguió detenerlos, por eso no era moco de pavo cruzar el río para adentrarse en el actual territorio brasileño, donde había cantidad de guaraníes que Roque y los misioneros jesuitas no querían dejar a merced de los codiciosos bandeirantes.

Así que desde Yapeyú, Roque cruzó el Uruguay con la idea de establecer reducciones del lado oriental del río de los pájaros. Fundó San Nicolás, Asunción del Ijuí y Todos los Santos de Caaró. El 15 de noviembre de 1628 andaba tratando de subir una campana al mangrullo de Caaró junto con Juan del Castillo, cuando un hechicero despechado llamado Ñesu los sorprendió desprevenidos y los mató a macanazos; después tiraron al fuego sus cuerpos, pero parece que el corazón de Roque seguía latiendo, hasta que Ñesu le encajó un flechazo. El tercero se llamaba Alfonso Rodríguez y lo pescaron dos días después, cuando iba a pedir ayuda a Asunción del Ijuí; lo enlazaron y los arrastraron con caballos hasta que murió. La macana con la que mataron a Roque se conserva, junto con su corazón, en la iglesia de Cristo Rey de Asunción. La flecha que atraviesa su corazón está en casi toda la iconografía del santo, igual que la imagen de la Virgen María con que se lo representa vivo, llamada por él La Conquistadora. Hasta 1960 el corazón se podía ver en una pequeña hornacina iluminada de la iglesia del Salvador de Buenos Aires.

En 1988 Juan Pablo II canonizó –declaró santos– a Roque González, Juan del Castillo y Alfonso Rodríguez, pero desde que los declararon beatos en 1934 se celebra su día el 17 de noviembre en la Argentina y el 19 en el Paraguay.

7 de noviembre de 2019

De Olegario a Aristóbulo


Aristóbulo de Alejandría fue un filósofo peripatético judío, que vivió en Egipto allá por el 150 antes de Cristo, en tiempos de Ptolomeo VI. Intentó acercar la filosofía griega al judaísmo y lo conocemos por el especial interés que pusieron los autores cristianos en conjugar el cristianismo con la tradición griega.

Aristóbulo del Valle nació en Dolores, provincia de Buenos Aires, en 1845. Fue soldado en la Guerra de la Triple Alianza, Ministro de Guerra y Marina, Diputado Nacional y Senador Nacional, pero sobre todo fue abogado y gran profesor de Derecho Constitucional. Además fue revolucionario del 90, la asonada que provocó la renuncia del presidente Miguel Juárez Celman y la llegada al poder de su vicepresidente Carlos Pellegrini. Fue uno de los fundadores de la Unión Cívica en 1889 y luego de la Unión Cívica Radical con Leandro N. Alem en 1891. Murió en 1896, con apenas 50 años. Pero si busca en Google Aristóbulo del Valle, lo que aparece es la ciudad de la provincia de Misiones. A los otros Aristóbulos hay que buscarlos mucho más abajo. Y ojo al piojo, que si escribe aristóbulo en un procesador de texto que tenga activado el texto predictivo, le cambiará la palabra por prostíbulo… y puede terminar escribiendo barbaridades. El nombre de la ciudad parece decir (y le quedaría muy bien) “Aristóbulo que queda en el valle” y quién sabe cuántos aristobuleños conocen el origen de su topónimo y por tanto de su gentilicio.

No pretendo criticar el nombre de la ciudad de Aristóbulo, solo constatar nuestra notable capacidad de convertir a los próceres en pueblos, plazas y calles. Lo mismo hicimos con los santos en toda América y seguimos contando. Es un homenaje, pero también un padrinazgo. Queremos relacionar con una realidad geográfica y social a una persona que admiramos, que vivió en el pasado y lo proponemos como ejemplo. También es un premio: si nos portamos bien, quizá le pongan nuestro nombre a alguna cortada, aunque sea de media cuadra. Y en esto de poner nombres hay que decir que los radicales son mucho más hábiles que los peronistas y los peronistas mucho menos republicanos.

Si hay un sinónimo de Aristóbulo del Valle es Ramón Alberto Closs, que falleció un día de 2019 a los casi 80 años. Me preguntaba entonces por qué una localidad de Misiones se llama Aristóbulo, pero supongo que a estas alturas es como preguntarse porqué el Aconcagua se llama Aconcagua. Para colmo Closs nació en Olegario Andrade, el pueblo con nombre de poeta y periodista, que si fuera por su relación con Misiones podría haberse llamado con mucho más mérito Horacio Quiroga o Leopoldo Lugones.


Don Moncho Closs fue sinónimo de Aristóbulo porque desde allí encarnó la pasión por su pueblo, por la empresa y la política de Misiones. Amplió la frontera productiva de la provincia creando trabajo para miles de misioneros. Supo hacer de Aristóbulo de Valle un lugar mejor para todos sus habitantes. Además fue tan radical como del Valle o Leandro Alem, y ocupó cargos parecidos a los de ellos dos.

Espero que no se entiendan estas líneas como sugerencia alguna. Estoy convencido que es mejor dejar los nombres como están antes que cambiarlos. Por culpa de esos cambios vivo en una calle que ni Google Maps sabe cómo se llama. Los posadeños de las cuatro avenidas tienen dos números en cada domicilio y nadie tiene ni idea de cuál es el que vale. Debe ser esa bipolaridad urbana la que nos obliga a ubicarnos con referencias primitivas en lugar de dar la calle y el número.

Mientras esperamos el juicio de la historia, el periodismo puede testificar que si hay un prócer misionero desde Olegario Víctor Andrade hasta Aristóbulo del Valle, es don Moncho Closs.