20 de febrero de 2022

Volverá a ocurrir


A los datos del domingo pasado hay que sumar algo más de 250.000 hectáreas de campos que se quemaron en Corrientes durante esta semana. Los medios nacionales, que por fin ponen su foco en esta tragedia, resaltaban ayer un dato del INTA: las 785.000 hectáreas incendiadas hasta el viernes son el 9 % del territorio de la provincia; un dato real, pero incompleto, porque por lo menos el 25 % del territorio de la provincia de Corrientes son bañados, humedales, esteros... lo que, en una cuenta rápida, da que se han quemado ya el 20 % de las tierras productivas de la provincia. A esto hay que agregar que, si no llueve, el porcentaje seguirá creciendo a razón de unas 30.000 hectáreas por día y aumentará la dimensión de la catástrofe ambiental y económica, pública y privada de la provincia.

Para colmo y sin ánimo de compararnos, también en el sur de Misiones han aparecido nuevos focos de incendio, alguno de ellos muy cerca de la ciudad de Posadas, tanto que el viernes se estaba evacuando el campus de la Universidad Nacional de Misiones, junto con sus vecinas, la Biofábrica y la Estación de Transferencias. A la zozobra por los incendios se agregó ayer el corte de la energía eléctrica en toda la provincia de Misiones entre las 13 y las 15, por una falla en el sistema de enlace de la empresa distribuidora mayorista en la estación de Rincón Santa María. Pareciera que la falla no se debió a los incendios, pero queda una pregunta flotando en el aire: ¿toda la energía eléctrica de Misiones depende de un solo cable de 500 KV, que en caso de cortarse en cualquier parte de su trayecto deja sin energía a la provincia entera?

En la columna del domingo pasado pedía aviones bomberos de verdad, porque la Argentina no tiene todavía ni uno solo de esos grandes aviones tanques capaces de cargar miles de litros en segundos acuatizando en espejos de agua. Esos aviones son especiales para los incendios forestales y deben actuar junto con los brigadistas que trabajan en el campo, pero no son tan eficaces en los incendios de pastizales ya que el agua no apaga las brasas que corren bajo tierra por las raíces de las plantas y los viejos tocones de las talas rasas. Lo que se necesita en los casos de fuego en pastizales y plantaciones son cortafuegos hechos a fuerza de máquinas viales que remueven la tierra incandescente. Esos brigadistas y esas máquinas –de Corrientes, de Misiones, del resto del país y hasta de Brasil– trabajan a destajo estos días y estas noches en los focos activos.

Los pronósticos meteorológicos dicen que esta semana que empieza va a llover en Corrientes y en Misiones. Dios quiera que así sea. Ahora sabemos con cierta anticipación si va a llover o no, pero confieso que me gustaba más el vértigo de mi infancia, cuando nos hacían rezar para que llueva y lo conseguíamos sin mucho esfuerzo. Ahora no podemos saber si la sequía se debe a nuestra falta de fe o de oraciones, o quizá sea pura falta de previsión, ya que si sabemos que no va a llover durante dos meses en pleno verano correntino, este desastre sobrevendrá indefectiblemente.

El fuego, igual que nosotros y nuestras macanas, es parte de la naturaleza, que a veces se presenta tremenda, feroz, exuberante, imparable. Ante esos fenómenos poco podemos hacer una vez que se desatan. La sequía y el calor actúan como la erupción de un volcán. Solo podemos prever y minimizar los daños evacuando gente, asignando recursos, abriendo surcos... y evitando los errores de quienes queman campos con la buena intención de hacerlo antes de que los consuman las llamas ajenas o para hacer cortafuegos.

Probablemente las lluvias apaguen esta semana los incendios que quedan activos, pero mientras tenemos que prever que volverá a ocurrir y que por el cambio climático será más temprano que tarde. No hay que ser profeta ni agorero para asegurarlo; solo tenemos que estar preparados.