16 de octubre de 2022

Abuso de poder a cada rato


Comentaba el domingo pasado las peripecias que tuve que pasar para renovar el carnet de conducir y me quejaba del embudo: ante la imposibilidad de hacer cumplir la ley por las buenas, la autoridad aprovecha el embudo del carnet, por el que hay que pasar sin remedio, para meter ahí cantidad de cosas que no son las estrictamente necesarias para manejar un auto, como las multas pendientes; a esas alturas ya no importa que sean justas o injustas, estén vigentes o prescritas: hay que pagarlas porque el tiempo apremia y será más grave y más caro quedarnos sin carnet.

En medio de aquellos trámites ocurrió un diálogo propio del realismo mágico: cuando pedí hablar con el jefe ante la necesidad urgente de tener el carnet porque debía viajar al día siguiente, me contestaron que no podía ser, no porque no estaba sino porque estaba enfermo. Ante mi sorpresa, la empleada me aclaró que estaba sin voz y no iba a poder hablar con él porque no iba a escuchar lo que decía. Le contesté que tengo buen oído y seguí esperando... pero no hizo falta, porque al rato la empleada me dio un turno para rendir examen esa misma tarde en el Parque de la Ciudad. Lo que me quedó claro es que estuve por quedarme sin carnet y sin viaje porque el jefe estaba afónico...

Una semana después, con mi carnet flamante y un par de viajes encima, compruebo que podría haber viajado sin él porque ya que nadie lo pide. Es que ahora los retenes de las fuerzas de seguridad solo preguntan de dónde venimos y a dónde vamos; curiosidad que no se entiende porque nadie anota nada, así que no están haciendo ni siquiera una estadística. Para colmo, hay algunos agentes que en lugar de preguntar como corresponde, en segunda persona, lo hacen en primera del plural, quizá creyendo que así son más amigables, o más cultos...

–Buenos días, señor... saluda un gendarme mientras bajo el vidrio. 
–Buenas... contesto. 
–¿De dónde venimos? 
 –Los argentinos venimos de los barcos, como dice el presidente... 
–¿Cómo dijo? 
–Bueno, no estoy seguro de dónde venimos ni a dónde vamos. ¿Usted lo sabe?
–Póngase ahí al costado... Y me señala la banquina donde me deja un buen rato en penitencia.

Hace unos días me volvieron a preguntar en el Arco:

–¿Buenas tardes señor, a dónde vamos?
–Yo voy a Resistencia, pero no sé a dónde va usted.
–Póngase ahí al costado... 

Esta vez me salté la penitencia y me fui sin pestañear. ¿Qué culpa tengo yo de que esos funcionarios no sepan conjugar los verbos más elementales?

Está configurado el abuso de autoridad en cada retén que nos detiene para preguntar una tontería, y mucho más si nos ponen en penitencia por contestar justamente lo que nos preguntan. También hay abuso de autoridad y se comete un delito constitucional en cada oficina que nos obliga a hacer lo que la ley no manda o nos priva de lo que ella no prohibe. Abuso de autoridad, delito constitucional y presunción de sospecha hay en cada lomo de burro que, con violencia, nos obliga a bajar la velocidad mucho más de lo que prescribe cualquier norma de tránsito. Hay muchísimos más casos, todos los días, en situaciones públicas o privadas, a las que ya nos acostumbramos, como la rana al agüita tibia que empieza a cocinarla.