14 de noviembre de 2021

Hacia dónde vamos


Cuatro días después de las elecciones primarias (PASO) del 12 de septiembre, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, lanzó un mensaje muy fuerte relacionado con la política de nuestro país. Antes de seguir con ese mensaje, aclaro que Ojea acaba de ser reelegido presidente de la CEA, días después de que el Papa lo confirmara como obispo de San Isidro a pesar de haber cumplido los 75 años reglamentarios para su jubilación. Y también aclaro que el mensaje era un comentario al pasaje del evangelio de san Marcos que se iba a leer en las misas del domingo 19 de septiembre, que relata una discusión por el poder entre los seguidores más cercanos de Jesús. Aquella semana había sido la de mayor intensidad política en años y el mensaje venía al pelo para esos días, pero guardé algunos párrafos para compartirlos hoy, porque me parecen muy importantes por su contenido, por la calidad de la persona que lo dijo y por los tiempos que vivimos.

En la Argentina también discutimos poder, no discutimos proyecto de Nación, no discutimos a dónde vamos, no pensamos a dónde tenemos que ir. No nos podemos poner a pensar juntos, sino que discutimos poder; poder mediático, poder económico, poder político (...) así como los apóstoles discutían quién era el primero, Jesús se desangraba tratando de comunicarse con ellos para que lo entendieran. Así también muchas veces nosotros –y también en la Argentina– caemos en la trampa de las discusiones de poder, sin animarnos a pensar juntos lo esencial, hacia dónde vamos.

Hace ya unos cuantos años que la política catalana Pilar Rahola (Izquierda Republicana) le preguntó al expresidente del Uruguay Julio María Sanguinetti hacia dónde iba la Argentina. Rahola confiesa que esperaba una respuesta más de coyuntura, del tipo va hacia el Socialismo del Siglo XXI, hacia una alianza con China o hacia una democracia parlamentaria... pero no: don Sanguinetti le espetó: el problema, querida Pilar, es que la Argentina no va hacia ninguna parte.
Curiosa coincidencia entre Oscar Ojea y Julio Sanguinetti, que hoy, día de elecciones de medio término, me sirven para volver a decir para quien quiera oírlo que la Argentina necesita con urgencia saber a dónde va y quienes debemos decidirlo somos el pueblo de la nación. El pueblo –el verdadero soberano– es el que manda y los candidatos que elige son sus mandatarios. Aunque haya pasado muchas veces en la Argentina, las elecciones no son un cheque en blanco para que los que resulten elegidos hagan con el poder lo que quieran.

Nos hemos acostumbrado considerar las elecciones como el único reflejo democrático de nuestra sociedad y eso nos ha llevado a votar candidatos fabricados para proyectos de poder. Los elegimos para que, una vez ganadas las elecciones, hagan con el poder lo que quieran o ni siquiera sepan qué hacer con el poder que les otorgamos. Por eso dice don Ojea que hay proyectos de poder y no proyectos de país y don Sanguinetti que no vamos a ningún lado porque nuestros políticos suelen ser solo cazadores de poder, para ellos y para sus organizaciones. Supongo que aquí hay responsabilidad compartida de los fabricantes de candidatos, que viven del sistema con muy buenas ganancias, pero ese es otro tema que merece una columna aparte.

Las elecciones no son un concurso ni una lotería y no debieran ser festejadas como si lo fueran. Salir elegido es una responsabilidad muy grande, que debe tener en cuenta la voluntad de todo el pueblo, porque el mensaje de las urnas es completo, del primero al último voto. Así es la democracia.