13 de septiembre de 2020

El camino de Belgrano


Todo camino es metáfora de la vida porque la vida es un camino que empieza y se termina en una geografía determinada y debe ser por eso que nos atraen los caminos. Además está comprobado que los humanos pensamos mejor mientras caminamos, y si no pregúntele al viejo Aristóteles de Estagira y su escuela peripatética del siglo IV antes de Cristo. 

Camino por antonomasia es el de Santiago que recorren peregrinos desde hace mil años y deja una marca indeleble en los que lo transitan, tanto que la humanidad se divide entre los que lo hicieron y los que no. Además establece una hermandad peculiar entre quienes alguna vez peregrinaron a la tumba del apóstol en Compostela.

Cualquiera que pretenda recrear el camino que en 1817 siguió el ejército de San Martín por el Paso de los Patos a través de los Andes, no tiene más que contratar una excursión de varias que se ofrecen. Basta con googlearlo para enterarse de esa oferta que suele partir de Barreal, en San Juan. También puede seguir el camino de Gregorio de Las Heras por Uspallata, o cantidad de cruces imponentes que no tienen relación con la gesta libertadora: los Andes se pueden cruzar desde Jujuy a Santa Cruz en auto, a caballo, en mulas, caminado y hasta corriendo y le aseguro que vale la pena.

La Mesopotamia argentina tiene un camino histórico y heroico, anterior al de San Martín y fundador de nuestra nacionalidad. Es el que recorrió Manuel Belgrano con el Ejército del Norte. Pasó por las actuales provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones en los últimos meses de 1810. La expedición partió de San Nicolás de los Arroyos en la provincia de Buenos Aires, pasó por Rosario y cruzó el río Paraná el 16 de octubre de 1810 desde Santa Fe hasta La Bajada, en la actual capital de Entre Ríos. Siguió cerca del Paraná hasta que se topó con grandes ríos que lo obligaron a buscar la divisoria de aguas. Pasó por Santa Helena y bordeando el arroyo Feliciano llegó al Basualdo. De allí entró en Corrientes y encaró la meseta del Pay Ubre. Refundó y bautizó como Nuestra Señora del Pilar de Curuzú Cuatiá el rancherío y la capilla del Pilar de Curuzú Cuatiá. Siguió por Mercedes hasta el paso de Caaguazú para cruzar el río Corriente hacia la actual Chavarría. Desde Chavarría subió por la traza actual de la ruta provincial 22 hasta Concepción del Yaguareté Corá.

En cada etapa el Ejército del Norte perdía pertrechos, suministros y hombres que morían o desertaban. También reclutaba nuevos soldados, como el niño Pedro Ríos en Concepción. Desde Yaguareté Corá subió hasta el Paraná, a donde llegó el 1 de diciembre de 1810. Quiso cruzar por la isla Apipé a la antigua misión de San Cosme y San Damián, pero no estaba fácil la cosa por falta de embarcaciones, así que siguió –casi sin desviarse– la traza actual de la ruta 12 hasta Santa María de la Candelaria, otra misión de las que habían sido expulsados los jesuitas en 1767. Belgrano llegó a Candelaria el 15 de diciembre de 1810, pero parte del ejército debió esperar del otro lado del arroyo Garupá porque estaba crecido por las intensas lluvias. Luego de cruzar el Paraná, la expedición persuasiva de Belgrano al Paraguay se abrió paso en Campichuelo y llegó hasta Paraguarí, donde lo enfrentó el gobernador Velasco. A la vuelta fue derrotado en Tacuarí (actual Carmen del Paraná), donde murió Pedro Ríos tocando el tambor.

Cuando pasó Belgrano no había pinos, ni eucaliptus ni torres de alta tensión. El resto está igual: hasta los caminos, los ranchos y las estancias. Ya es hora de que intentemos recrear ese camino, como se ha hecho con el paso de los Andes. Quizá así se nos pegue algo del amor desinteresado a la Patria de don Manuel Belgrano.