6 de septiembre de 2020

La hidrovía


Las ciudades más antiguas –y hoy más grandes– de la Mesopotamia se fundaron y crecieron sobre los ríos navegables, que durante siglos fueron la principal y casi única vía de comunicación y de transporte que bien pudieron llamar hidrovía los adelantados Pedro de Mendoza, Juan de Garay, Juan de Ayolas o Domingo Martínez de Irala. El tránsito terrestre debía hacerse por las zonas más altas para evitar los bañados y los cruces de los ríos en sus tramos más caudalosos, por eso hasta bien entrado el siglo XX casi todo el transporte, hasta el de ganado, se hacía embarcado por nuestros ríos.

Hasta fines de los años 60 del siglo pasado casi no hubo caminos realmente transitables en toda la región, que recién empezó a conectarse con el resto de la Argentina por una vía terrestre en 1969, con la inauguración del túnel subfluvial entre Paraná y Santa Fé. En 1973 se terminó el puente General Belgrano, entre Corrientes y Resistencia. Y el 14 de diciembre de 1977 se habilitaron al tránsito los puentes de Zárate (Buenos Aires) y Brazo Largo (Entre Ríos), que hoy se llaman Complejo Unión Nacional. Curioso es que la Mesopotamia haya estado conectada antes con Brasil que con el resto de la Argentina, a través del puente que une Paso de los Libres con Uruguayana, habilitado en 1947; este es el único que no fue inaugurado por un presidente de facto, aunque también era general.

El río Uruguay es navegable hasta Concordia en la Argentina y Salto en el Uruguay porque no le hicieron esclusas a la represa de Salto Grande: aunque no usted lo crea no las tiene porque antes de la represa –y como su nombre lo indica– había allí un bonito salto de lado a lado del río. Los constructores razonaron que si antes no se podía pasar por culpa del salto, no había ninguna necesidad de permitir en el futuro el paso de embarcaciones...

El Paraná y el Paraguay son ríos mucho más caudalosos que el Uruguay. Por el mismo motivo que Salto Grande, tampoco tiene esclusas la represa de Itaipú. Así que el Uruguay hasta la presa de Salto Grande, el Paraná hasta la de  Itaipú y el Paraguay hasta Cáceres, en el estado de Mato Grosso, forman una red de vías navegables larguísima y utilísima para el transporte. Ya lo demostraron la historia y los siglos en los que se llegaba a todas nuestras ciudades en barco. Pero ahora surcar los ríos es mucho más fácil que antes, ya que la tecnología de geoposicionamiento satelital permite navegar sin boyas, de noche y hasta con niebla. Además hay sonares y radares para prever obstáculos y bajantes.

Un convoy de barcazas empujadas por un remolcador –de esos que se ven a seguido con bandera paraguaya– puede transportar 24.000 toneladas de carga. Eso equivale a 533 camiones de 45 toneladas. Esos convoyes miden como máximo 290 metros de largo x 60 de ancho y pueden llegar a Posadas, Corrientes, Resistencia, Formosa o Asunción y todos los puertos fluviales situados río abajo. Con menor tamaño y calado llegan sin drama hasta Puerto Iguazú, Ciudad del Este, Foz do Iguaçu; o hasta Cáceres, en el medio de Brasil.

El 80% de la producción argentina que sale al exterior lo hace desde algún puerto del Paraná y casi todos los de gran movimiento están emplazados cerca de Rosario. Solo hace falta conectar esos puertos con los del norte para transportar la producción desde los puntos más lejanos y transbordarla en los puertos de más movimiento, a los que llegan barcos de gran calado. 

Una hidrovía es una autopista fluvial que abarata los costos del transporte y despeja las rutas de camiones de largo alcance. Mejora el trasiego de mercancías y el mantenimiento de los caminos. Pero además no se pierden puestos de trabajo entre los choferes de camión; al contrario, hace su tarea más humana ya que aumentan los recorridos pero hacia lugares más cercanos.