18 de diciembre de 2022

Días felices


Los campos de golf tienen 18 hoyos y, como es lógico, se numeran del 1º al 18º, pero también está el 19, que es como se llama la cantina de todos los clubes del mundo; pero también se llama así al momento que pasan los golfistas comentando lo que hicieron en la cancha, en los negocios, en la política, en la vida en general... y de paso toman una copa, ya que un trago sirve para celebrar a los que ganaron y para a olvidar a los que perdieron.

Hay otro momento que no se suele nombrar, pero calculo que es, lejos, el mejor de todos los golfistas. Sería el hoyo cero, antes de empezar el recorrido. Es el mejor momento porque entonces son todos campeones, tanto que a veces no dan ganas de empezar porque ya se sabe que con el primer golpe todo se puede malograr. Bueno: el hoyo cero es lo más parecido a los casi cinco días completos que estamos disfrutando desde antes que terminara el partido del martes contra Croacia, hasta hoy al mediodía, cuando empiece a rodar la pelota en la final del Mundial de Catar contra Francia.

Ya está. Ya valió la pena. Ya alcanza. Esta semana hemos pasado los mejores días del año... o quizás los mejores de unos cuantos años, signados por frustraciones, por la pandemia, por la inflación, por la falta de plata... Pienso que a eso se debe la explosión de júbilo que invadió las calles de todo el país, que no tiene ni punto de comparación con los mismos días inmediatamente anteriores a la final del Mundial de Brasil hace ocho años.

Nadie nos va a quitar estos momentos magníficos y ojalá queden para el recuerdo de lo que podemos hacer todos juntos, sin banderías, sin peleas, sin grieta...

Ahora ya no importa tanto ganar o perder, entre otras cosas porque Brasil quedó en el camino y porque vamos a jugar contra el Campeón del Mundo. Uno de los dos, Francia o Argentina, pondremos la tercera estrella en la camiseta. Ojalá sea en la celeste y blanca, pero insisto en que, después de estos cinco días geniales, ya no importa tanto.

Piense en la causa ejemplar que significa la vocación para conseguir un objetivo de todos integrantes de la selección. No es menor ninguna de estas cosas para la urgente necesidad de autoestima de los argentinos; para mostrarnos que podemos ser mejores; que trabajar en equipo, con unidad, esfuerzo, mérito y sacrificio, es el único modo de sacar a nuestro país del pozo en el que estamos hace años. Es una gran cosa que el modelo ya no sea Maradona, extraordinario futbolista pero también ventajero, sobrador, inestable, drogón, malhumorado y malhablado... Gracias a Dios Maradona es Maradona y Messi es Messi y hasta ahora la frase más picante que conocemos de Leo se ha convertido en el lema del Mundial: qué mirás bobo, andá pallá.

Estoy convencido de que estas cosas influyen en la sociedad como ninguna otra, y la Argentina las necesita como la sequía necesita de la lluvia. Pero quiero insistir en que ya no importa si a la tercera estrella se la lleva la selección francesa o la argentina. Es que para que uno gane, otro tiene que perder. Es así en todos los deportes y también es verdad que el último que gana es el mejor de todos, pero en el camino quedaron todos, menos uno.

Es sábado a la tardecita cuando esto escribo y el envión parece imposible de parar. Ya veremos qué pasa en la tarde del domingo, pero que nada nos arrebate la alegría de estos días felices de nuestra historia.