30 de abril de 2022

Un restyling para la democracia

Perdón por usar la expresión en inglés del título, pero es que también entre los que hablamos castellano así se significa la renovación de una marca, de una imagen, de un estilo gráfico… y todavía en castellano tenemos que usar tres o cuatro palabras para decirlo.

Y si restyling está en inglés, democracia está en griego. Señal de que es un concepto muy antiguo, que se ha ido renovando con el tiempo, porque los tiempos cambian y todo necesita cada tanto renovar su concepto, su imagen y hasta sus fundamentos. Pero en cualquier proceso de este tipo nos encontramos con un escollo difícil porque depende de la inteligencia o de la imbecilidad humanas: confundir lo esencial con lo accidental. Quiero decir que corremos el riesgo de cambiar lo que no hay que cambiar y no cambiar lo que sí había que cambiar...

La democracia es el gobierno del pueblo. Lo dice, en griego, la misma palabra, pero quien completó el concepto fue Abraham Lincoln, el 19 de noviembre de 1863 en Gettysburg: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Desde antes de Aristóteles hasta Abraham Lincoln la idea de la democracia incluye necesariamente a todo el pueblo. Eso quiere decir que no es la imposición a las minorías del pensamiento de las mayorías sino la convivencia pacífica de los que piensan distinto. Supone también, necesariamente, un fin común en el que todos están de acuerdo, y que está incluido en el concepto de nación.

Insiste cada vez más la vicepresidenta en que las ideas en que se basa el sistema democrático y republicano están viejas, tanto como el barón de Montesquieu y las revoluciones americana y francesa, en ese orden. Es verdad, pero hay que aclarar lo dicho más arriba: lo que hay que renovar no es lo esencial sino el estilo, no el fondo sino la forma. Entre esos conceptos esenciales están los límites al poder en el espacio y en el tiempo, reflejados en la división de poderes y en la caducidad de los mandatos.
 

El domingo pasado hubo elecciones generales en Francia. Le ahorro la historia, solo lo traigo a colación por la portada del diario Libération del sábado: Contra la extrema derecha, votemos a Macron: hay que votar a un candidato que no nos gusta porque la alternativa es mucho peor; y lo hizo el sábado y no el domingo porque Libération no sale los domingos. ¿Le hace dudar de la democracia francesa ese mensaje que entre nosotros está absolutamente prohibido? Claro que no, porque lo que está viejo en nuestro sistema es el paternalismo electoral que trata a los electores como si fueran estúpidos, los lleva a votar como borregos por candidatos ignotos en listas interminables en las que hay entreverados grandes candidatos con payasos de circo, psicópatas, cleptómanos y tontos de capirote.

Estamos jugados en nuestra América cuando nos sorprenden gobernantes que nadie se explica cómo llegaron hasta allí, pero tampoco dudamos de que fue democráticamente, por lo menos la primera vez, cuando usaron la democracia para atentar contra la democracia. Por eso el restyling de la democracia debería incluir los cortafuegos que impidan llegar a estos extremos y uno de ellos debiera ser un test psicofísico en vivo y en directo en lugar de esos debates inútiles que son duelos de monólogos.

Europa viene haciendo restyling de la democracia desde la época de Juan Sin Tierra en el siglo XIII, si no se cuenta un antecedente en el Reino de León en el siglo XII. En esas época nació el parlamentarismo, que limitaba el poder del soberano y daba voz y voto a las minorías. Ese sistema se fue depurando, especialmente en el siglo pasado, y hoy hay tantos parlamentarismos como países en la Europa occidental y democrática. Ahí tiene el restyling para nuestras democracias sudamericanas, mucho más cercanas a las europeas que al presidencialismo norteamericano, que copiamos porque era lo que entonces estaba de moda.